Tiene
mirada de librería con estanterías de cerezo labrado.
Más ágil
que un tordo negro y más largo que un coito con velas.
Ese tipo
de hombres sedientos que llevan los bolsillos llenos de amuletos.
Huele a
algodón viejo, a armario, a Portaportese a las 9 de la mañana.
Sus brazos son de lana, sus codos de naranja ácida.
Provinciano
y cosmopolita, como la ciudad de los puentes de hierro en la que todavía hoy se
acumulan millones de colillas en las cunetas.
Es opaco.
Y adquiere tonalidades grises cuando llueve.
Tiene el
color del Tevere cuando sonríe y se recuesta en mi sofá. Si chasquea los
dedos salen, de golpe, 180 gabbiani de su chistera.
Sus cejas
son arcosolios y su cuello una peana de escultura antigua.
Sus ojos
son Arte, sus manos artesanía.
Su
aliento ilumina las azoteas viejas.
Sí, es cierto, veo en sus pestañas restos del
paraíso colombiano. En su vientre la vena que se le hinchó a David en la sien.
En su perfil, un retrato de Duquesnoy. Cual paisaje selvático de Rossini,
en el que sólo se intuyen unos ojos muy abiertos, cien años
después.
* Alle 9, 2016, nel 111
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DIMMI TUTTO: Este es el agujerito desde el cual vuestras palabritas llegan y se quedan en el blog. Usadlo con sinceridad, sed creativos y respetad.
* Los mensajes irrespetuosos u obscenos serán eliminados .