jueves, 10 de diciembre de 2015

La imagen desnuda y sucia de una Venus Lubentina (Via dei pallazzi abbandonati, dove il polvere si accumula sui passeggianti, s/n)


Cuando de la aventura no queda más que el velo, la ventana cerrada y el mapa. La fertilidad del último hombre que le dio la última calada a mi cigarro. El verdadero sentido de la patafísica.
No, yo creo que jamás pronunció mi nombre con ternura ni bajó las persianas.

Me palpita el esqueleto que ha quedado de mí, al final de todo, como el resto desamparado de un anfiteatro en ruinas.. Hasta qué punto una osamenta, la multinacionalidad de un músculo. Dónde acaban los edificios históricos o las licenciaturas y de qué  o en qué orgasmo: en su Fiesta Mayor, los funambulistas ya desmontan los andamios de las arquitecturas caducas y recuperan los muebles.

No quedan más que  escritorios en mis cavidades ya vacías; no queda más que destreza: los pelos en la boca, el vaivén tenue del espasmo del que todavía jadea. Los capiteles de las columnas, el estuco de las cornisas que gotean. La lengua del beso y el papel.  El ídolo sonrojado y su celda desnuda. Una ciudad entera tapándose los hombros. 

Descríbeme así la casa vacía, la urbe exhausta. El rechinar de los dientes, el sabor de tus encías. La madera de una viga que alimentará a las termitas y que ya no sirve. Cómo se transforman las vísceras golpeadas en cómodos cojines de felpa sobre la mesa. Cuándo corriste por última vez la cortina y a tí mismo.

Celebremos que se mueren mis días. Celebrémoslo a lo grande,  con vuestros falos erectos sobre los azulejos sucios de este hogar que, poco a poco, se vacía. Que las paredes aún en pie nos acaricien las nucas y algo de la generosidad sobreviva. Da igual si gritas, lloro o retumbamos como el eco. Si yo me quedaré igual de deshabitada que la primera vez, poniéndole marcos a las colillas y con los mismos desconchones en la pared de siempre  

Como cuando Cortázar  visitó Roma, igual de lleno que de vacío. Como las piedras del Palatino cuando se calientan y resbalan. 

Cuando de la aventura no queda más que el velo, la ventana cerrada, ocho tabiques, y  la imagen desnuda y sucia de una Venus Lubentina. Descríbeme así, va, sí, así, como me miraste tras ser engullidos por el polvo de esa vieja cocina.