Dejé claro con
mi gesto que el disfrutar de ti no nos inspiraría en el amoroso arte de escribir
sonetos. Atestigüé que ni el licor ni las calles vacías me harían agarrarme a
ti como a un diario severo de letras negras . Intenté no ser más que maracas y jolgorio, más que la
cópula más extenuada. Sin embargo, en mis despistes me descoloco cuando me
besas la nuca al leerte o escucho mientras me largo ese tan despiadado Volveremos a
vernos.
No es que crea, qué va, si no no creo. Si cuando me contoneaba te ensalcé como al ídolo no era especulación, es porque los verbos carnales tienden a exagerar a los músculos que engrandecen los instintos primitivos.
(Cuando te mueves por la superficie, todo es más recto y se digiere sin remordimiento).
No es que crea, qué va, si no no creo. Si cuando me contoneaba te ensalcé como al ídolo no era especulación, es porque los verbos carnales tienden a exagerar a los músculos que engrandecen los instintos primitivos.
(Cuando te mueves por la superficie, todo es más recto y se digiere sin remordimiento).
Que te ansío. Que todavía te quedan días y muchas páginas. Que las rimas no caducan. Que te aborrezco.
...
...
Quiero pasarme
los próximos días bailándote tarantelas secas.
Lamerte el dedo
gordo de la mano izquierda con el que diriges el boli, cada vez que se te duerma.
Y el boli.
Y las palabras.
Y la lengua.