Primavera (Villa Borghese, sul Pincio)

Recuerda mi nombre, Primavera,
entre este sin vivir y la pasión de medianoche.

Crecen albaricoques de tus ojos
y un bebé los recoge con cara de asombro.
Crecerían palmeras si solo fueses un forastero.
Crecerían margaritas si liberásemos a los turacos de la selva.

Señalas al cielo y hacia él me dirijo
intentando encontrar en él la constelación del Bienvenido
que reluce en mi firmamento, con luces de neones rojos
y una pin up en bikini bebiéndose un mojito cubano.
Órale, arrodíllate -siempre me exhorta-
y yo la recibo con los brazos sumamente abiertos.

Espero el relevo de la inconstancia con desespero.
Necesito sentir los latigazos.
Pues recuerdo tu nombre, Capossela,
y el olor de unas manos que acariciaron mis entuertos.

Han sobrevivido los cerezos a la hecatombe de tu mirada,
han madurado y el bebé se ha convertido en niño.
Y come de sus frutos con idolatría, vestido con mutandine muy estrechas.
Y esos frutos son tus genios, Primavera, y los redescubro
porque ante su sabor aún se exalta: maldita, aún te recuerdo. 

Señalas tu cuerpo y hasta él llego sin avergonzarme.

Emanas acción. Yo la contengo. Pides elogio

y de mis palabras brotan veintiséis tubérculos para embriagarte.

Señalas hacia el suelo y yo, submisamente, en él me tumbo.
Quedaron muy lejos los altares ya para seguir adorando en invierno.
Profano magnitudes y secretos. Y me caliento en una hoguera de piernas.
Y sigo riendo con sus gestos al encontrarme con aquel niño que -de golpe-se ha hecho mayor.
Y también le beso. Y quema mi boca porque arde.

Y una canción de Compay me recuerda que sigo siendo chan chan
y la hierbabuena de los lingotazos que la pin up de los 50 sigue bebiendo.
Me revivo. Te escondo entre mi turba para manterte en secreto.
No voy a dejar que vuelvas a dejarme sin flores esta temporada.

Señalas tu cuerpo y hasta él llego sin avergonzarme.
Emanas acción. Yo la contengo. Pides elogio
y de mis palabras brotan pétalos de violetas y jazmines para embriagarte.

Recuerda mi nombre, Primavera.