La Revolución en mis manos. Con ellas creé este mundo y otros tantos. Con ellas acaricié hojas y pieles, construí hogares, limpié manchas de sangre, de arcilla y cociné los manjares más ostentosos. Con las que me desnudé, me vestí y arañé capiteles. Las manos que sujetaron el arma y se la entregaron al mercenario y del especulador. Las manos que rezan y piden clemencia, las que hoy son dueñas de esta Revolución -que sobrepasa mi medida, lo siento- y de la evolución de mi vida.
Qué haces cuando está todo patas para arriba? Cómo voy a hacer para superar este estado de libre albedrío que hoy reina en mi cuerpo?
Algo falta. Y mi cuerpo empieza a reaccionar. Lo busca desesperadamente. En cada rincón oscuro de mi ser, en cada articulación, entre mis dedos, en cada célula. Y trescientas mil hormonas corren a sus anchas por mis carnes en una redada exhaustiva en las que hallar restos de vida. No lo soporto. Me duelen los codos si intento describirlo con palabras porque no hay ninguna capaz de definirlo y todas las superficies me escuecen. Me vuelvo loca: me poso en la risa y de golpe vuelve el llanto. Me creía más fuerte cuando estaba borracha de hormonas que sabían dónde dirigirse. Ahora vagan, rastrean, me hacen daño y ya no sé lo que siento. Nadie podrá entender jamás cómo cojones me siento porque ni yo lo sé, tan sólo se que me duele cada jodido centímetro del alma, cada maldita peca y cada estúpida emoción.
Cómo puedo explicarle que ya no está? Que mi mente estuvo más atenta y tomó una decisión sin tener en cuenta su reacción pero sí su causa? Me desespero. Hoy confirmo que mi cuerpo está tan desesperado que intenta morirse, matarme y resucitar ante la pérdida.
La revolución está en mis manos. Y sólo para mí es palpable el cómo todo se retuerce hasta sus límites: mi piel, la carne que ha perdido un pedacito de carne y un montón de neuronas que las pobres ya no saben hacia qué parte de la columna espinal dirigirse.
Te odio, suprerrenal. Y a ti también, hipófisis. En realidad hoy lo odio todo, todo lo que se mueve haciendo zig zag por mis entrañas y molesta. Quiero millones de analgésicos, quedarme muy quieta, poder maldecir este odioso dolor. Como una bomba de relojería. Así me lo advirtieron. Así me siento. En las manos, en los ojos y en todo, cuando lo único que yo quiero es sangre, un par de kilos menos y mucha normalidad. Lo único que yo quiero es estar lúcida y salir de aquí. Que quise estar sola pero no tanto. Joder, cuánto lo estoy. Cuándo acabará esto? Atascos en mi cerebro. Que no está, joder, date cuenta ya y normalízate coño! No lo soporto. Es insoportable.
Psttttttttttttttttttttttttttt!
ResponderEliminarTenerezza...
ResponderEliminar(Michèle)
Demanaves silenci. I jo he fet callar a tothom perquè estiguessins contenta. Potser era massa rebuscat. Ho sento.
ResponderEliminar