viernes, 18 de julio de 2008

Que te follen (Alla fine)

Algo tiene Febrero que siempre es capaz de alterar mi vida, consecutivamente, año tras año. Por ser el más corto e intenso, supongo. Con sus días fríos y pareciendo una cebolla con todos los jerseys que debo quitarme, uno a uno, hasta quedarme desnuda. Algunos días se van a quedar para siempre, supongo que los mejores los olvidaré y acabaré buscando como loca a alguien que pueda contármelos. Los demás serán míos, los que para nadie excepto para mi han sido importantes.
Dos rayas rosas. Una llamada telefónica. Una noche de hotel. Y el día en que lloré. Estrepitosamente, a solas, sobre la yerba de un parque junto a un río. Asustada. Será que tomar decisiones muy importantes te hace sentir sola cuando debes tomarlas a solas.
Sí, lo he hecho, con muchos MIERDA incluídos y muchos puntos seguidos.
Se acabó. Se acabó. Se acabó.
Con mucha musicalidad al pronunciarlos, como si leyeses un poema poniéndole un fondo como cualquier cantautor que no sea Sabina, ése nos jodería la inspiración del momento. Y con una lagrimilla que cuando llega a la boca acciona el labio activando un mecanismo de movimiento facial, me hace inclinar la cabeza y, con un tímido gesto, aparece una sonrisa. La que salga, como consuelo. No lo he hecho tan mal, no, verdad?
He sido valiente y hoy sí que me vuelvo autobiográfica para atestiguar mi valentía. En cualquier cajón estará bien. Quizá lo suba sobre el armario y así cuando le olvide -que será imposible, terriblemente imposible- pueda entenderlo o resignarme. Darme cabezazos contra la esquina para hacerme aún más daño cuando llegue el momento de contarlo. O no, no tengo muy claro si esto debería ser un secreto. No tengo ni puta idea. Ni jodida reputa idea.
Se debería haber mutado, debería haber hecho algo, lo que fuese, con ternura. Amputarse algo, cagarse en dios, o quizá darme las gracias. Y vuelven a mi mente los juegos, los volcanes, las películas de niñas embarazadas que me hacen llorar, cuatro palabras argentinas y una italiana. Los comentarios de una pobre mujer que, inocentemente, me pide consuelo a mí, que no sé ni dónde meterme.
Y vuelven el MIERDA, el Vete a la MIERDA, y el Qué MIERDA de vida. Y me siento tan sola cuando le miro a los ojos que deja de importarme que me miren.
Cuando necesitas el abrazo y el Harakiri, los latigazos en los muslos o el Te Quiero, el Has hecho lo correcto y el puñetazo en la boca. O cualquier otra cosa muy salada, para que te de el infarto. La cicuta, el calendario, taparte con sus sábanas o llenarle la boca de hormigas culonas de Costa Rica. Cuando sientes que tu corazón es blando como tú y, a cada momento, en progresión ascendente de límite infinito con muchas n que jamás te dejan aclararte con el puto resultado, te haces más consciente de que eres buena -en algo, sin saber muy bien en qué-, de que has hecho cosas correctas y de que tienes millones de centilitros de dulzura en tus pechos inmensos. Porque dudas, luego existes. O eso decían las malas lenguas.
Y como te pican las venas del brazo por la anestesia, esa noche duermes con los ojos rojos y dolor de cabeza pero sintiéndote, por fin, y tras esperar el puto orden biológico y sentimental de tu vida, libre.  Lo más libre que te has llegado a sentir en tu vida.
Me cago en la puta, voy a salir a celebrarlo y me beberé las lágrimas con lo que sea, pero que sea muy fuerte. Y blanco. Que te follen.
Oye, pues sienta bien decirlo... no diré que no. Que te follen, que te follen, que te follen...

Pues eso, que te follen...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DIMMI TUTTO: Este es el agujerito desde el cual vuestras palabritas llegan y se quedan en el blog. Usadlo con sinceridad, sed creativos y respetad.

* Los mensajes irrespetuosos u obscenos serán eliminados .