
A cuchilladas, dejando y griegas por todos sitios y besos de pintalabios muy rojo, en las ventanas de los vecinos que aún estén durmiendo tras tanto escándandalo. Rompiendo los cristales con la vibración de mis saltos y rematándolos con un solo de la Piccione que aprendí por casualidad y que ya no me emociona. La ciudad no es tan inmensa; en pocas horas la destrozo.
A pedacitos, para que quede irreconocible. Para qué sirve tu casa si ya no estás. No quiero esta ciudad, aborrezco todo lo que me recuerde su complacencia. La dejo arder, la azuzo, que explote, que se quede sin cristales, sin feromonas ni serotonina, sin volantes de coches y sin pomadas. Escupo en tu suelo y te convierto en la maldita. Escupiste en mi piel, y derrumbaste al cuerpo de policía. Te embalsamo, incinero a tu perro y con un hacha parto tu escalera hacia el cielo. Me alimento de la luz roja de los semáforos, de los burdeles y de las boyas de los puertos. Tunelando mi sótano en el que viviste, a ritmo de ska muy muy movido y políticamente violento. Y con una balada romántica soy capaz de hacer volar los techos. Only you, maledetta città, only you...
Para qué necesitamos los recambios eléctricos si ya no hay enchufes. Si rebiento un globo en su nártex, se desploma una iglesia. Tiro el tenedor de los spaghetti y parece que ha pasado un ciclón. Rejiro los hierros negros de los balcones con un sentido estético realmente innovador y echo a bajo todas las fachadas que contienen fechas, nombres y escudos heráldicos. Inventarío los templos, las fuentes, los taburetes de bar y los descampados. Hago de la discoteca más oscura mi dormitorio y derroco todo edificio que contenga archivos, jerseys Lacoste y en los que se escuche El Club de la Comedia. Asusto a los conejos para que corran y con las sirenas hago que canten los lobos y las hienas que hasta hoy no tenían donde hincar el diente. Y devuelvo los mendrugos a las zorras para que repoblen las glorietas.
Empapo los colchones de menstruación, desvío las cloacas y entierro todos mis recuerdos muertos envolviéndoles con las toallas de baño caras que me dabas cuando salía de la ducha.
Embarazo vírgenes, recurro a la microbiótica y destrozo los cd de chill out.
Parece que así la escena es más trágica y mi vergüenza ya no es mi vergüenza.
Sí, hoy me la cargo, porque ya está muerta.
(Maledetta Città, Città Maledetta)