Parte II:
Mi amante obrero, el que se desgasta las rodillas trabajando duro en los humedales del genital alocado por la boca loca que se irá con él de fiesta.
Irá si se lo pides con esa lengua que entiende.
Que sí, que sí –repite- que quiere sumarse la juerga.
Y se lo dijo con monosílabos largos, con hombros borrosos, con las mejillas escuetas.
Se puso de topos, se volvió flamenca. Y mordiéndose los labios se arremangó la camiseta.
Que no va a reclamar la presencia del músculo –dice- que hoy está de verbena y danzará pegadito a ti con un ligero movimiento de caderas.
La busca por los rincones, llama al timbre para que se dé prisa, riega su flor y mete los dedos en su bolsillo para dejarle una sorpresa. Ella le despeina.
Resonó la mesa como un cajón gitano que se golpease con las manos cuando acompaña a los quejidos de un cante jondo.
Aquel día ella se quedó con 2 platos menos de la vajilla y a él le olieron a taconeo los hombros.
Ya llego –le dijo, sumida en un frenesí ondulante. Estoy muy cerca.