miércoles, 8 de mayo de 2019

Yo sólo vine a echar unas birras ( Lasciami in pace anche nel pub degli stalker)


Pero nadie cree a la chica que vomita las sombras en la esquina para sacárselas de dentro.
Ahora curro y de vez en cuando salgo a echar unas birras.
Siempre púdica y obediente
con los trapos para antorchas en los que mamá y yo convertimos mi vestido de princesa.
Dicen que no soy fea y yo les aborrezco
y de vez en cuando me giro para mirar si me persiguen.
Yo no soy la causante de tus violencias, lo sois tú veneno y el veneno de tu cerebro.
Da igual, él siempre regresa
y me busca moviendo el hocico como una hiena
que espera su festín de carroña.
No me dejo morir, no me pudro.
Y al observarme fresca, se desquicia.
Siempre vuelve compungido
como una falsa víctima que rechaza el destierro
manipulando la situación, el espacio y el tiempo,
deseoso de hacerme saber cuánto me ama y cómo desea contemplar mi ruina.
Me lo encuentro cuando salgo de birras, acechando desde las barras.
Se sienta a mirarne con las piernas abiertas
y ya no esconde su mirada de trastornado.
Nunca me gustaron sus ojos. Su color es inexpresivo.
Dicen que soy simpática
y siempre vuelven pidiendo perdón,
los hombres obsesivos
los sociópatas
los tercos
los acosadores de tres al cuarto.
A mi, que sólo vine a echar unas birras y acabé vomitando.
Balbucea, farfulla recriminaciones vacías,
luego ríe y llora como una hiena
durante la representación narcisita de su tragicomedia.
Que me has hecho
que me has dicho
que eres mía
que quiero hablar porque a mi se me escucha
que te prometo.
Cuchichea para conmoverme, para que la policía le encuentre intimidante, sentado ahí con las piernas abiertas.
Exhibiendo su ira como reclamo.
Tendré que pasar por eso.
Giro la cabeza y saludo a algún colega.
Pero siempre vuelve y me rebolotea.
Le temo, pero que no se de cuenta.
Me asquea.
Le estamparía el taburete en la cabeza.
Me agobia su olor. Su sombra me agota. Cómo se toca el pelo también me molesta.
De vez en cuando me giro a mirar si me persiguen
y le niego la mirada, la atención, la palabra;
aparto el psicoterror de mi nuca
y del registro de llamadas y del whatsapp
pero él siempre vuelve a la batalla armado de sombras y rodeado de fantasmas.
Dicen que soy deseable y a mi me dan asco.
Fuma, fuman y beben hasta morirse, ojalá se extingan
los machos alfa
los machirulos
los falócratas.
Cuando me observa, lo hace como queriendo descubrir cualquier resquicio de debilidad en mi presencia
cuando yo sólo vine a prender antorchas
y a compartir unas risas con los colegas.
Soy fuerte, soy tenaz, soy hermética.
Recuerdo mi poder y lo defiendo
muy púdica y discreta:
El acosador psicológico carece de las habilidades emocionales que sus víctimas sí tienen, piensa que al destruir a su víctima puede asimilar de alguna forma sus competencias interpersonales”*1
que yo sólo vine aquí a echar unas cervezas.

  • *1- “Fenomenología del acoso moral”, revista LOGOS, UCM.

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