Hasta qué punto mantendría su inocencia? -para matar el tiempo mientras espero la inspiración divina y un vuelo-. ( Nel Palazzo degli illuminati, porta A)

No atiendo a dar explicaciones. Me fotografían y me rechazo. Yo tengo las tetas blandas y patillas rizadas, no me parezco. No, esta no soy yo, aunque quizá alguien me haya visto de esta manera y me haya importado tres pitos porque la ocasión lo valía. Pero mi nombre es este, y el suyo no pienso compartirlo, soy prudente. No, no  me reconozco. Yo no estoy tan buena. 
Hoy me muevo por impulsos responsables e irresponsables. Quizá sí sería menos enojoso ser de verdad, vivir en una casita coquetona con visillos rosas y que un morenazo vestido de Náutica me cepillase el pelo. Porque en los días impares saldría de pubs, por qué no, para tirarme a un ex presidiario para equilibrar, que no se por qué, en todas las pelis de Hollywood se muestra como sexy... Mejor me haría groopy de lunes a miércoles y, por supuestísimo, me liaría con el técnico de luces, para siempre salir mona en las fotos... cuando supiese encuadrarlas de una puta vez... O me liaría con mi psicólogo argentino al que acuduría tras desmoronarme en el 1267 DELETE, que me han dicho por ahí que se han convertido en fetiches sexuales y si yo soy fashion por estudiar ésto, tengo que probarlo. Por Dios cómo odio el mundo en el que vivo desde que me metí en ésto. Siendo una chica modosa de verdad, seguro que sería más fácil. 

Balbuceo fechas señaladas y marcas de refrescos. Seis palabras malsonantes que se relacionen con un joder. 
No, no  tendría buena reputación y si saliese en ellas seguro que aquella inocente peli que ideamos hubiese acabado en una gran orgía y sin diálogos. (No estamos tan lejos, me repito auto convenciéndome, no estamos tan lejos, ten paciencia. Piensa. Busca la Musa. Piensa). 
Pausa. Stop. Como te muevas la foto saldrá borrosa. Y ya no se si guardar los negativos en la basura o en su funda.

El antónimo, la felicidad de sentir que estoy tan lejos y tan cerca, de sentirme dura y blanda y crítica y halagada. Tanto, que me atraganto con tu melena y te ahorco con ella en un gesto vengativo a la coba. No se darle una explicación ni a mis sonrisas ni a mis anhelos desde entonces, desde que nos embarcamos en esta jodida habitación. Existe la inocencia en tí, todavía? Odio la tecla roja. Stop. Odio todo lo que empieza por M y el sentimiento de querer decirte siempre más cosas y no poder decirlas porque las imágenes no hablan. Hoy renuncio al vídeo. Tampoco sabría qué decir. No me deis micrófonos, no me deis movimiento. No me deis mas teclas.  

Los dedos buscan y acarician rotuladores fluorescentes, por hacer algo. Dubiteo. Es difícil darle una perspectiva real y me encanta retorcerla. Los ojos buscan oportunidades de las de verdad mientras acarician hojas de cálculo, manuales de Edición de Imagen y tarifas aéreas que se ajusten a los presupuestos. Odio las sumas y las restas y, de nuevo, todo lo que empieza por M: muñeca, manjar, mimo, monólogo, mímesis, micosis, manta, minuta y Madrid. Ahí queda eso, a mi que me busquen. Rebusco como loca en mi bolsa un bolígrafo, se que tengo uno. Como si escribir fuese una válvula, como un maltrato, como un reflejo, con este ejemplo, como otra de mis súper mentiras fotografiadas. Pero si es así, quizá me lo creo. Te creo. Me creo que soy éso. 

Si no me diese miedo me raparía la cabeza y me pondría un pasamontañas al apretar el REC. Cómo me aburre lo eterno... Hasta qué punto mantendría la inocencia? Da igual, no creo que tuviese tanto talento como para desenmascararla tan desde dentro... 

Dispara ya, va, que me me largo esta noche de juerga y ya voy tarde. 

Hagamos Arte de una puta vez.