domingo, 23 de diciembre de 2007

Ja ha passat un altre any - com hem canviat?-. Rememorando. ( Da dove? Non saprei dirlo... quest'anno sono stata in Nessun Luogo, forse di la, ancora)

Un año extraño, nada que ver con los otros tantos. Tengo este asqueroso don de aparecer y desaparecer sin dejar de irme. Vuelvo, me voy, y sin saber cómo, echo de menos un olor y reaparezco. En distintos lugares y a distintas horas, pero vestida de la misma manera. Parece que este año di un paso adelante y me dejé crecer un poco más la melena. No me quejo ni pienso hacer más planes con ella. Realmente tampoco sirvo para hacer ese tipo de planes. Cuando me canse cogeré una tijera y jugaré a ser peluquera. Y te enviaré una trenza de mi pelo -como solía hacer mi abuela- para que puedas hacerme un hechizo consentido. Hubo amor, yo creo que hasta del bonito. Y no me da pena ni vergüenza reconocer que lo gasté. A veces dudo de que yo pudiera llegar a ser una buena esposa. No en las condiciones en las que hubiese tenido que "ejercer". Este año conocí y me convencí de que no es un marido lo que busco yo en estos momentos. Hace algún tiempo me dijeron una frase y hoy la he escrito en uno de estos seis cuadros que restauro y que van a ser mi guía para el año que viene. Porque yo no necesito un semental que me dome, sino un potro que me acompañe. Y sentirme siempre feliz de poder sonreír a su lado sin que se nos pongan a los dos les galtones rojas al vernos en una pantalla o entre las líneas de un poema, sin estar casados. O saber que aunque haya pasado tiempo, tú siempre estarás cerca, a un tiro de aeropuerto. No he aprendido la lección porque me parece absurda: el mundo no es tan grande ni se me va a escapar el tren. Y a quien no le guste cómo escribo o me expreso que me de su número de teléfono para convencerle, cuando le invite a una cerveza, de que nada en esta vida es tan grave ni tan indecente como Rajoy pretendería. Porque también hubo política este año, incluso me acusaron de participar en una causa nacionalista victimista. Y yo seguí yendo a Madrid para verle sin que me importara que se cante allá ese Cara al Sol que allí me da hurticaria o que la Almudena me siga pareciendo un pastife de estilos con un techo demasiado naife -pero es mi opinión, y desde aquel balcón todo se veía diferente-. Un año hace que me dedico a contar desnudeces y parece que funciona, me he ganado la vida, incluso le canté la caña a una escritora del género diciéndole que no tenía autoridad para hacerme creer que su estilo era el correcto. Y nos caímos bien, pese a todo. Porque este año hubo también mucha reflexión, un par de manifestos y una exposición catalogada de incatalogable que me hizo abrir los ojos frente al panorama de las Artes. Y no existen maestros de estilos, sino maestros. Lo siento, y de veras, porque este año tampoco he creído ni en la fama ni en los best sellers. Y adoro el desorden del sentido y no el sentido del orden. Y me ha contado un amigo biólogo que una cucaracha puede vivir semanas sin cabeza hasta que se muere de hambre. Eso sí es loable.

No dejé de fumar, un examen me hizo la vida imposible. Y lo más triste es que no era difícil, simplemente ese profesor y yo en tantos años no nos pusimos de acuerdo. Sin embargo, solucioné los desacuerdos con otro, sin darme cuenta. Y también acabamos cayéndonos bien. Ya se acabó el Capítulo II y espero el III para darle un desenlace a esta presentación que a ambos nos ha escocido. Por si acaso, sigo durmiendo con los dedos cruzados y con post-its amarillos sobre las paredes para no olvidar que es cierto que hasta mis últimos días tendré cosas pendientes. Cada día aumenta la lista y este año he coleccionado tantos que he empapelado la pared de amarillo. Y como no, cada día me siento más inculta. Porque he descubierto que la memoria es infinita y el mundo te da demasiadas oportunidades para investigar todas las cosas que no entiendes. Este año clausuraré el calendario sabiendo más y pensando que cada día soy más pequeña frente al tiempo si opto por llevarme bien con los maestros. Pero soy así, la eterna repelente cargada de bolis y libretas de hojas blancas que visita iglesias, cementerios, basureros y un Foro. Porque también hubo traslados, muchos, tantos que perdí la noción de dónde debía quedarme o abrirme una cuenta corriente para evitar los excesivos gastos de los reintegros del cajero -solucionado, este año también aprendí a negociar con el banquero, aunque con éste no llegué a entablar ninguna amistad-. De paso, me quité la espinita de pasear por París sin cogerme de la mano de nadie y no fue tan duro. Así, a partir de ahora, los reencuentros se hacen en los aeropuertos. Un amigo uruguayo me hizo ver que aquel dicho es cierto: la amistad mueve continentes. Porque los amigos de verdad, los auténticos, siempre te esperan, te comprenden, te buscan, se embarcan en viajes para poder verse media hora en un aeropuerto, y viceversa. Y aunque últimamente no seamos los de siempre ni en número ni en ánimos... nos queremos, y eso es suficiente y lo único.

Hubo también quistes revoltosos, miedo y pruebas del Sida divertidas -a que parece una paradoja?-. Hubo nervios por cosas importantes, hubo un miembrecillo más en la familia, hubo conciertos del Muchachito y visité varios hostels, hubo una temporada en la que me quedé canija y, como siempre, hubo muchas lenguas en mi vida y no me importó. Hubo orden y desorden, muchos días de biblioteca y ayunos y mucho calor. Hubo paraguas y hubo parasoles, trenes y noches en vela, eclipses desde la playa comiendo manzanas bávaras, vestidos de noche con tacones y rosas espinadas sujetadas por mi boca mientras bailaba un tango. Adioses que se convirtieron en Bienvenidos -de nuevo-, webs italianas y alguna que otra lagrimilla. Paseé vestida con el uniforme de la Flota Estelar y con la Voyager sonreí miles de veces, una vez para cada estrella de la constelación de Orión -toma ya! Acaso no es mi sol el que brilla en cada una de tus miradas?- y fui capaz de comerle la cabeza durante muchas horas a un mosso d'esquadra en Ramblas y al final, nos hicimos colegas ambos de una buena causa. Hubo confesiones, llamadas interminables de madrugada, un Sant Joan Pirata, lluvias de estrellas y un concurso que ganamos. Y aunque me cueste creerlo, volví a Cuenca. Sigo sin cortinas en las ventanas, sin depilarme las cejas y sin ir a la playa de día. Sigo soñando con agua y me sigue persiguiendo el mirlo avisándome de algo que creo que va a ser importante. Hubo de todo, de lo bueno, de lo muy bueno, y de lo malo -y agradezco al destino que este año no me hiciese vivir nada realmente tan malo-. Hubo problemas con Renfe, y no supe ya desde donde partir. Mis grandes decisiones sigo tomándolas en la estación, en eso, año tras año, soy tan larga como las vías del tren. Pero me hicieron esperar tanto que me aburrí y volví a casa. Desde entonces me aficioné a los autobuses y a las furgonetas. Para poder cambiar de opinión sin que me duela...

Un nuevo año. El horóscopo -el de Leo, que releo mientras escribo esto- me augura un año de amor y ganancias económicas. También de viajes muy largos. Ya veremos desde qué ordenador, acompañada de quién y desde dónde repienso este nuevo año... me apunto en la pared de papelitos amarillos esta nueva cita... y de paso, cambiaré la agenda, que se me queda sin páginas...

Un año más, otro como tantos, con tantos momentos inolvidables.

Gracias a todos (por lo que sea).