lunes, 16 de marzo de 2009

Cuando vuelves y ya no se puede recordar a Pasolini los viernes ( Ancora non so dire esattamente dove, né voglio saperlo)




De nuestra vida soy insaciable
porque algo único en el mundo jamás puede agotarse

Los viernes por la noche he llegado a transformarme en saltimbanqui de pechos inflados en sesión de madrugada. Convirtiéndome, al despertarme, en la mujer barbuda, abrigada por una melena que nos ha servido de horca tantas veces y casi nos mata al escupirla. 
Demasiadas palabras derrochadas por una musa. 
Cuando vuelves, registras todos los cajones y todas las citas de escritores argentinos de mi consciencia. Y me miras como si en estos años tantas casualidades no hubiesen sido nada más que complicidades inimaginables de artistas de circo que viven perennemente de gira. Sin una foto que esconder bajo el colchón, sin un mensaje guardado y sin recordar del todo la dirección. Sin maquillaje. Y sin ropa. 
Cuando él se convierte en Cenicienta que olvida un guante sobre el mármol de tu cocina, tras vestirse de dama de noche y tú te conviertes en príncipe endorfínico que busca desesperadamente a la madamm de carboncillos y pelos ensortijados, probándoselo a 47 candidatos. 
Viéndote bailar una canción de quien fuese o acariciándome una rodilla, en silencio, sentada en una fuente renacentista en la que no está permitido el desnudo, aunque sea artístico. 
Como en los cuentos, un día aparece -de la nada-. Los cuentos de musas suelen ser pornográficos y silenciosos. Y en ellos se abusan de los pullman verdes de recorridos urbanos con pocas conexiones, del Metro en las estaciones de más escaleras mecánicas y de las competiciones visuales entre machos de cada especie. Me hacía empalidecer y me agotaba para dibujarme con carboncillo rojo, desnuda y adormecida, sobre papel de calcar transparente. Y me sentía como la niña debilitada por la escasa ingestión de alimento que no iba a salir en tres días de aquella casa y que se moría de miedo. La adolescente que encontraba cada cinco minutos el amor de su vida sin quererle. La mujer que era la única mujer que le despertaba las sonrisas el tercer día y el primero tras un ciao y al cogerle de la cintura sin decir ninguna otra palabra. La Musa a la que no le ofrecen pasta de dientes porque ha dormido con el pelirrojo en sábanas verdes y así parecía más fílmico. (Non c'è niente peggio che un respiro senza qualsiasi profumo). Como imantada, posaba de forma irreverente, cada cuarto de hora, acariciando un perro. Y escribía poesía erótica mirándole a los ojos, con las piernas abiertas. Los viernes, como siempre, en sesión de madrugada.
Me llevaba a casa con los ojos vendados para que no fuese capaz de recordar el camino. Y me cubría las uñas de los pies con mermelada de fresa mientras yo escondía la cabeza bajo la almohada. Soñaba mi muso con temporales, con volutas rojas que dibujaba bajo mi ombligo y mentes que abrazasen todo tipo de fetiches visuales. Y a las 3 de la madrugada, se reía a carcajadas, como si rezase un padrenuestro.
Aquel día me puse calcetines negros hasta las rodillas y una chaqueta negra muy larga, desabrochada. Tú dibujabas, sentado en el borde de la cama, a la mujer más anoréxica del mundo. Como si Pasolini siguiese vivo y nunca lloviese en aquella maldita ciudad. Voglio farti sentire per la tua vergogna che io sento vergogna per te. Cuando has vuelto con más años y menos sueños no cumplidos, con las manos en los bolsillos, 7 palabras que por fin comprendo y me llamas mujer. Dos, tres poemas premiados y 300 fotos Polaroid colgadas con celo en el esqueleto de la cama. Io t'ho amato sempre, non t'ho amato mai, amore che vieni, amore che vai. Y me fumé un Diana de pie frente a ti mientras lamías mis caderas y me manchabas de carboncillo las nalgas. Como en un filmetto de los años 70, en cualquier cortile del Campitelli, en blanco y negro. 
Los viernes por la noche he sido capaz de transformarme en un ser fantástico de flexibles ingles y largas melenas que aún abrigan recuerdos. Sin censura, el arte no entiende de eso, y Pier Paolo lo sabía. Sarà che il mondo ancora non ti vuole bene, pero ancora non lo sa. Los que me cuelgan de los tirabuzones, aún, cuando llego a casa empapada, en 3 mm; de los dedos pringados de burro cuando recuerdo que he tenido un muso tantas veces usado en las noches de tormenta y clausura. De Séneca. De sexo. De lo que fue. Manicomios, caricias, caballetes, marcos de cedro y muchas paradas de autobús, de aún no se dónde. Me recogía el pelo y salíamos a tomar unas copas de lluvia, cuando ya desfallecía.
Cuando vuelves buscando inspiración a las 6 de la tarde, desde otra ciudad, como si Pasolini no hubiese rodado jamás Le 120 giornate di Sodoma: Io t'ho amato sempre, non t'ho amato mai, amore che vieni, amore che vai...
(Vedi, Dilio, sulle acacie piove. I cani si sfiatano per il piano verdino. Vedi, fanciullo, sui nostri corpi la fresca riguada del tempo perduto)

*Poema di Pasolini -Casarsa- e pure una canzone di De André -Amore che vieni, amore che vai-..

1 comentario:

  1. Susurreando por tu blog,espiando...tus palabras

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