jueves, 5 de mayo de 2011

Gogol Bordello ( Non Martini non party)


En día 17 -ese maldito día- le cantaría alguna canción pasota de Gogol Bordello muy cerquita de la boca, dejándole a merced del olor a Martini de mi aliento, mis pelos de loca sucio de tres días y del wandrebra una talla más pequeño acariciándole los botones de la camisa. Y él me miraría atónito, incluso irado por mi irreverencia. Y yo me haré la estrecha pisando la colilla justo en ese momento mágico en el que me dijese que me quiere destrozar a polvos.

Sí, sí, ese tipo de hombre correcto y horriblemente atractivo que todas tus amigas piensan que es gilipollas pero que a ti te encanta porque no da un respiro a tus lenguas, ni a tu irritabilidad ni a tus rizos ni a los elevalunas de los coches. Ese hombre con el que siempre quedas al lado de una farmacia por si acaso lo que sea y con el que te fumas el cigarrito, en el borde de la cama, apoyando los codos sobre las rodillas como en todas esas situaciones en las que parece que no pasa nada, aunque tú sigas temblando y disimules.

Ese tipo de hombres que no sabes si te enamora o no tienes escapatoria. El que te muerde un pezón y te escuece y te escuece pero te encanta y te acojonas. Al que le preguntas qué le gusta sólo para demostrarle que le gusta tanto como a ti. Por puro orgullo. Y el que cuando se enfada siempre quiere desaparecer y tú le esperas en la puerta semidesnuda y súper chula -y de nuevo despeinada- le dices "Aquí tienes las putas llaves del coche, puedes largarte". Y esperas que lo haga.

Y el capullo lo hace.

Mierda. 

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