Lo que tú me has dado, gitano, no son ni mucho menos primaveras. Ni siquiera un puto suplicio de esos. Ni tarta de tres leches, ni desodorante de limón ni más rock and roll en la bañera.
Que no me atreva yo a jurar que siendo Blancanieves no deseé de corazón matar algo de mí mordiendo gustosa la manzana envenenada.
Que de entre mis pechos no quise ocultar el lacito deseando convertirme en rateta presumida que jamás se casaría por vanidosa.
Que en las noches de cielo raso me soltaba la melena y, desnuda, me entregaba al Tasso, cobrando más por mis servicios si me sonrojaba una nalga o me mordía los labios.
Me regalarás claveles rojos cada vez, el día de mi cumpleaños.
Que no me atreva yo a jurar que siendo Blancanieves no deseé de corazón matar algo de mí mordiendo gustosa la manzana envenenada.
Que de entre mis pechos no quise ocultar el lacito deseando convertirme en rateta presumida que jamás se casaría por vanidosa.
Que en las noches de cielo raso me soltaba la melena y, desnuda, me entregaba al Tasso, cobrando más por mis servicios si me sonrojaba una nalga o me mordía los labios.
Me regalarás claveles rojos cada vez, el día de mi cumpleaños.