martes, 18 de noviembre de 2014

-Date prisa, corre, que hace frío ( di tutto, di sempre)



- Imagínate todas las cosas que podríamos hacer ahora mismo -me dijo-.

Creo que doblé aquella servilleta de bar más de 79 veces y, en cada pliegue que lograba hacer, me inventaba una respuesta. Una para cada vocal, para cada mirada. Una para cada año, o número de la calle, una para cada hoja de una libreta. Una para cada día, incluídos los festivos y las ferias y los días personales que me dan en el curro.

Una visita al pub. Dos. Tres. Y en todas ellas estrenaba lencería y servilletero.

Cada vez que estaba con él sólo pensaba en posibilidades, en capítulos de una novela corta repletitos de onomatopeyas. 

Era durante otra era, aquella en la que nos hacíamos fotos desde arriba como cuando te ves desde los espejos del techo de esos moteles por horas tan escondidos en los que nunca corre el aire y la ducha apenas hace ruido.

Ahora, ya mayorcitos, cada vez que percibo su labio, pobrecita de mí, releo lo que sea que tenga su letra y me meto corriendo en la cama para concentrarme en lo que sea, hasta divinizarle.

Supongo que es que hoy te echo un poco de menos al taparme toda entera con el edredón de puro invierno. Se mezclan las nanas que se cantan con vocales largas con los solos de xilofón y el sudor de la espalda con el de cuando se te calienta un brazo.

Hoy, que somos más pulcros y complacientes y todavía nos excitan las pinturas de Renoir, los móviles de Calder o la reproducción de las hortensias en las escaleras. Te he mirado con la mirada de los que imaginan ceniceros llenos y melenas enredadas, la que pongo en mis momentos fantásticos más sugestivos. Esa en la que bajo la cara y te miro con los ojos muy abiertos. Y me muerdo un labio a escondidas y ladeo la boca con medio cuerpo ya casi temblando y hueco.

Quiero hundir mi mano en tu cabeza como si te besara. Y apretarla. Y quedarme callada y enrojecerme. Buscarte entre los años, entre las mujeres rubias, en el estante más alto de tu armario. Que me busques entre tus libros de Séneca, por los puentes de tu ciudad, en las carpinterías y entre los sujetadores con tachuelas. Sumergirnos en el mundo de las preguntas indirectas y tan escuetas, que se vuelven atemporales y para siempre. Tan largas y directas que pase horas refregándome los pies con sólo los calcetines de lana puestos. Tan enigmáticas que me duerma formando un interrogante que hace topless y vibra. Quiero tener los pies calientes, siempre. Sentir cómo me arden los signos de puntuación.

- Calla, calla, que así en frío (de todo) me da vergüenza -le dije-.

Voy a escribirte 79 poemas de mesita de noche con las servilletas de este bar.

- Date prisa, corre, que hace frío. "Lascia que io sia il tuo brivido più grande... non andare via, accorciamo le distanze"*

*Nek,Lascia che io sia