A veces, los amantes no son más que la
fusión de dos pupilas, una penetración aérea y muy muy profunda.
En el momento en el que dejamos de mirarnos
como la primera vez.
Entre murales de mujeres con la boca
entreabierta.
Entre musas que detestan dejar de fingir.
Cuando follamos quietos, esperando que a uno de los dos le reviente algo por algún sitio, vivimos al final de nuestros ojos.